A los fabricantes de ropa les cuesta romper con la cadena de suministro china
noviembre 7, 2023
Escrito por: Redacción Logística 360
"Ese ecosistema maduro, establecido durante décadas en China, no solo garantiza precios competitivos, sino que también ofrece una calidad estable en la producción en masa difícil de copiar", afirmó Laura Magill, responsable mundial de sostenibilidad de la marca de calzado Bata Group.
Los fabricantes de ropa y calzado, desde Adidas AG a Nike Inc, están sacando sus cadenas de suministro de China empujados por las tensiones geopolíticas y atraídos por unos costes de fabricación más bajos.
Pero en medio de la creciente incertidumbre económica mundial y el debilitamiento de la demanda de los consumidores, muchos se están dando cuenta de que encontrar centros de producción alternativos entraña sus propios retos. Algunos incluso están dando marcha atrás y regresando al continente.
«Ese ecosistema maduro, establecido durante décadas en China, no solo garantiza precios competitivos, sino que también ofrece una calidad estable en la producción en masa difícil de copiar», afirmó Laura Magill, responsable mundial de sostenibilidad de la marca de calzado Bata Group.
«No se me ocurre otro sitio que pueda ofrecer calidad, cantidad y precio como China», detalló.
Los fabricantes de ropa y los propietarios de fábricas con los que ha hablado Bloomberg News se hacen eco de la opinión de Magill.
Lin Feng, de unos 50 años, es un empresario que posee fábricas de ropa en la ciudad meridional china de Guangzhou y sus alrededores. Sus plantas confeccionan ropa principalmente para clientes estadounidenses y europeos.
En 2020, con las fronteras cerradas por la pandemia, puso en marcha una nueva línea de producción de vestidos de mujer en Hanói para «tantear el terreno», animado por unos trabajadores que estaban felices cobrando menos de la mitad del salario mensual que pagaba en Guangzhou.
Pero pronto se vio sorprendido por la escasez de pedidos de los recelosos clientes extranjeros. El año pasado abandonó Vietnam y volvió a centrarse en Guangzhou.
«Ahora no tiene sentido hablar de expansión o de desplazamientos al extranjero», indicó Lin.
«Con una demanda baja, los costes laborales bajos y las exenciones arancelarias no sirven de nada», remarcó.
Según el Consejo Nacional de la Industria Textil y de la Confección de China, este repliegue podría poner en riesgo los 1800 millones de dólares invertidos por los fabricantes chinos en dirigirse a sus vecinos asiáticos, como Vietnam y Tailandia. Muchos de estos países han visto crecer sus exportaciones a países desarrollados a expensas de la mayor economía de Asia.
Kee, director de una fábrica de prendas de vestir de Guangdong, que pidió que solo se usara su nombre de pila para hablar de temas que pueden ser políticamente delicados, tiene una historia similar.
Durante más de 20 años, dirigió líneas de producción de jeans en Camboya. En la última década, sin embargo, vio cómo los márgenes de beneficio se reducían cada vez más a medida que aumentaban los salarios mínimos.
La cantidad que paga a sus trabajadores en Zhongshan, ciudad manufacturera del sur de China, se encuentra solo un 30 % por encima a la de Camboya, una diferencia que era mucho mayor hace 10 años. Sin embargo, las tasas de producción en sus fábricas chinas son un 20 % mejores, además de que los trabajadores están más cualificados.
Ampliar la producción en el sudeste asiático no es una «decisión racional», comentó Kee.
«Me temo que la ralentización del negocio continuará durante los próximos uno o dos años», añadió.
De hecho, China está tan integrada en la cadena mundial de suministro de prendas de vestir que ni siquiera el cambio de país reduce mucho la dependencia.
Según Duong Thi Ngoc Dung, vicepresidenta de la Asociación Vietnamita del Textil y la Confección, la industria vietnamita de la confección sigue dependiendo principalmente de materiales chinos, como botones, hilos, etiquetas y envases, y solo entre el 30 y el 40 % de los materiales se fabrican a nivel local.
«Cuando se empieza a hablar de una cadena de suministro de productos químicos o de materias primas, ¿se dispone de los conocimientos necesarios para mezclar los productos químicos? ¿Tienen esos países los conocimientos necesarios para la producción en masa?», planteó Magill, de Bata.
Las barreras lingüísticas y los choques culturales también son obstáculos para la gestión de los trabajadores del Sudeste Asiático, y algunos tienen menos experiencia que los empleados de China.
Michael Laskau, un empresario vietnamita que pone en contacto a fabricantes locales de ropa con compradores extranjeros, afirma que, aunque las tensiones políticas han motivado a algunos de sus clientes a trasladarse al Sudeste Asiático, existe el «miedo a viajar a China y quedarse atrapado allí», eso no se ha traducido en pedidos estables a las fábricas locales, lo que ha dejado a algunos fabricantes luchando por mantenerse a flote.
Según Laskau, la mayoría de los clientes que hacen pedidos a fábricas vietnamitas evitan los contratos a largo plazo, preocupados por la debilidad de la demanda mundial. Sin esos compromisos más largos, muchas empresas de la confección viven mes a mes, ha explicado, y algunas incluso planean reducir a cuatro días la semana laboral para recortar costes.
Dung, de la Asociación del Textil y la Confección de Vietnam, ha afirmado que el país sigue aspirando a exportar 40 000 millones de dólares este año, aunque algunos clientes de países desarrollados dudan en depender demasiado de China. Las exportaciones de ropa ascendieron a 18 600 millones de dólares en el primer semestre, lo que supone el 11,3 % de las exportaciones totales de Vietnam.
Sin embargo, los pedidos nuevos se destinan sobre todo a la producción final, no a la fabricación. «El coste de instalación de nuevas fábricas es muy elevado y el Gobierno no está dispuesto a tener plantas extranjeras que produzcan más contaminación», declaró Dung.
India ha sido otro de los países beneficiados por el cambio de rumbo de algunos fabricantes que no quieren depender tanto de China. Uniqlo, de Fast Retailing Co., ha declarado que buscará más socios fabricantes en el país, mientras que Apple Inc. también está aumentando su producción en el lugar, buscando diversificarse de su centro principal en China continental.
Sin embargo, está por verse si algún otro país, incluso uno con tantos habitantes como China, puede competir con su enorme ecosistema manufacturero.
Una empresa de confección con la que trabajó Laskau invirtió 80 millones de dólares en una fábrica en Vietnam para producir tejidos con métodos más respetuosos con el medio ambiente. La empresa repercutió parte del coste de las nuevas instalaciones en el precio del tejido, pero se vio superada constantemente por competidores más baratos de China.
«Ahí está el dilema», señaló Laskau.
«Los clientes quieren que el tejido se produzca en Vietnam, pero no quieren pagar el precio. Quieren que todo sea lo más barato posible», aseveró.
Fuente: Fashion Network